Crónica de la Echappee Belle 2014 de Helly Hansen

Crónica de la Echappee Belle 2014 de Helly Hansen

Crónica de la Echappee Belle 2014 de Helly Hansen
Prueba de material y séptima posición

Poca certeza teníamos sobre la naturaleza de la carrera que Helly Hansen organiza en el Macizo de Belledone, unas montañas que conocíamos solamente de haberlas dejado atrás en nuestro camino hacia el Mont Blanc o la Vanoise, pero todo el mundo coincidía a apuntar que l’Échappée Belle es una carrera tremendamente técnica y terriblemente dura.

Aceptamos el reto de correr en Belledonne Sergi Bañeras y un servidor, Pau Vives, y de hacerlo conjuntamente hasta que fuera posible. Con Sergi nos conocemos de muchas carreras y nos entendemos a la perfección: tras haber corrido y acabador juntos en unos cuantos ultras seguidos (Pels Camins dels Matxos 2013, Ultra Cavalls del Vent 2012 y 2013), decidimos intentar compartir ritmos y camino en algunas carreras (Trailwalker 2014, Emmona 2014 y ahora esta Échappée Belle). Correr de modo conjunto con otro corredor resulta muy atractivo porque otorga una dimensión colectiva a nuestro solitario deporte y ello redunda en un mejor ánimo y moral, permitiendo encarar los momentos duros con la tranquilidad de tener alguien al lado.

Tras una recogida de dorsales y un briefing muy familiar en Aiguebelle, en el que Florent, el diseñador de la carrera, nos habló de sus características y de la meteorología, había que ir a la cama muy tempano, puesto que los autocares hacia la salida (Vizille) partían a las 3:00.

Después del madrugón, a las 4:30 llegamos a Vizille, donde tenemos preparado un fantástico desayuno al lado del pabellón de la localidad. En el briefing previo a la salida nos informan de que se esperan lluvias y de que se ha optado por cortar una pequeña parte del recorrido, la que sube a más altura (Croix de Belledonne), palabras recibidas con un Oh! de decepción generalizado. Curiosa naturaleza la nuestra, que lamentamos que nos hagan sufrir un poco menos… La previsión de lluvia no nos preocupa por el miedo a ir mojado (llevamos una buena chaqueta con membrana: la Helly Hansen Loke Jacket, transpirable, ligera y comprimible) sinó por los eventuales resbalones sobre piedra mojada. La temperatura en la salida es fresca pero muy llevadera, y empezamos la carrera vestidos de corto: con una camiseta Helly Hansen Challenger SS, realizada con una Lifa bastante gruesa pero comodísima y muy efectiva en la evacuación del sudor, y con unos interesantes pantalones (Helly Hansen Fire Active Shorts 7”) que combinan una malla interior corta y sutilmente compresiva con un exterior ultraligero y suelto.

La salida se realiza por una pista que en apenas un kilómetro empieza a subir y observamos con cierta sorpresa que la masa de corredores se lanza a toda velocidad. Sergi y yo nos mantenemos a mitad del grupo a un ritmo muy asequible, pese a la inquietud que genera que tantos corredores se vayan por delante, pero en poco tiempo empezamos a pasar a gran número de participantes que ajustan su esfuerzo. El recorrido durante la primera veintena de kilómetros es sencillo y pica siempre hacia arriba, alternando tramos bastante duros con descansillos corribles. El tiempo es bueno y la vista sobre el valle de Grenoble es preciosa.

 A partir del segundo avituallamiento (Refuge de la Pra) empiezan a aparecer las que serán las compañeras de viaje hasta el final: las piedras. El paisaje se torna increíblemente alpino y van sucediéndose distintos puertos de montaña en que se sube saltando de piedra en piedra y se baja de la misma forma. Los ritmos de carrera se ralentizan enormemente, ya que las bajadas no sirven en ningún caso para recuperar sinó que presentan desafíos constantes a la resistencia de nuestro esqueleto. Nos lo tomamos de muy buen humor y vamos avanzando poco a poco convertidos en un cuarteto muy constante con dos compatriotas más que hemos conocido antes: Ramon Villuendas y Tomàs Zapata.

 El Col de Freydane, el Col de la Mine de Fer, la Brèche Fendue o el soberbio Col de la Vache y, sobretodo, sus bajadas, van siendo vencidos a base de ritmos fuertes de ascensión (hacia arriba vamos pasando siempre a corredores) y a ritmos de descenso de supervivencia: no se puede hacer otra cosa! La carrera circula por tramos aéreos a cierta altitud, con mucho recorrido por encima de los 2000 metros. Cuando el viento o las primeras gotas de lluvia arrecian, nos cubrimos con el cortavientos Helly Hansen Feather Jacket, una prenda de prestaciones sorprendentes, ya que es ultraligera y ultracomprimible (cabe en cualquier pequeño bolsillo de la mochila), por lo que el juego de quita y pon resulta muy fácil. Con el cortavientos puesto, no hay atisbo de frío ni sensación de mojado (la lluvia, por fortuna, nunca pasó de ligera llovizna, por lo que no fue necesario sacar la chaqueta con membrana HH Loke Jacket).

 Después de un último descenso húmedo y de un flanqueo desesperante que no se convierte en camino corrible hasta el final de todo, llegamos en unas 12 horas a la base de vida de Le Pleynet, una estación de esquí en la que hay un avituallamiento gigante y en donde accedemos a las bolsas de refresco. Nos sorprendemos con la clasificación: estamos en posición 13 y 14. Hemos recorrido unos 60 kilómetros con 5.200 m D+ y de momento las sensaciones son buenas.

Nos tomamos unos buenos 20 minutos de descanso para comer y beber bien, cambiarnos algo de ropa y mentalizarnos de que nos queda todavía muchísimo para llegar a Aiguebelle. Optamos por no cambiar pantalones y camiseta: la Lifa de Helly Hansen es un material que evacúa muy bien la humedad, por lo que no tenemos nunca la sensación de ir mojados. Comemos mucho alimento salado (quesos, embutido, sopa, pan) ya que el sabor dulzón de los geles ya empiezan a aburrir. Mientras nos avituallamos, nos pasan algunos corredores que muestran mayor prisa, pero pensamos que vale la pena tomarnos nuestro tiempo.

El recorrido presenta a continuación un fácil descenso por pista y un duro ascenso de 1000 D+ hasta Tigneux, pero el sendero es bueno, por lo que lo recorremos a muy buen ritmo y nos plantamos repletos de moral a Gleyzin, ya de noche y con los frontales encendidos.

 

-"Es un momento brutal: avanzamos a partir de gritos en la noche de niebla a 2500 metros."-

Después de Gleyzin viene la parte clave del recorrido: la ascensión a uno de esos nombres que a partir de ahora nos acompañará siempre, cada vez que vayamos a la montaña y apelemos a su dureza: el Col de Moretan. Se trata de 1500 metros de desnivel positivo por un caos de bloques de piedra espeluznante. Además se ha desatado una niebla que no permite ver a más de 3 metros y avanzamos a ciegas rezando por tropezarnos con alguna señal. A base de tentativas frustradas y acertadas, Sergi y yo (Tomàs marcha por delante y Ramon se ha retirado en Gleyzin) vamos hallando la buena senda bailando encima de las rocas. En caso de desesperación, chillamos a ver si alguien nos oye y nos orienta correctamente.

Es un momento brutal: avanzamos a partir de gritos en la noche de niebla a 2500 metros. Quizás gracias a esta misma niebla, la temperatura se mantiene agradable y no hay viento, por lo que seguimos sin echar mano de la chaqueta con membrana y pasamos con la versatilidad y buenas prestaciones térmicas del cortavientos Helly Hansen Feather Jacket, que nos ponemos y sacamos constantemente. En toda la carrera tampoco nos hará falta utilizar las dos prendas térmicas que llevamos: la capa intermedia Helly Hansen Phantom 1/2 Zip (un forro polar muy ligero y muy ceñido al cuerpo que calienta muchísimo) y la camiseta HH Dry Stripe Crew (una camiseta de manga larga de Lifa, relativamente ajustada, que actúa como una buena primera capa en días fríos).

Al cabo de un tiempo incierto llegamos al puerto y nos disponemos a bajar por unos enormes neveros que la organización ha equipado con cuerdas. Hay que acertar en pisar nieve blanda para no caer, cosa que sin embargo sucede en muchos casos. Al final del nevero el descenso prosigue por las piedras y, posteriormente, por una mezcla incierta de rocas sueltas y vegetación que convierten cada apoyo en una lotería en que los tobillos se llevan la peor parte. Parece que el suplicio no se acaba nunca (estamos unas casi 4 horas para recorrer 12 kilómetros) y la noche parece que se nos empieza a cruzar un poco. Nos pasa un corredor de relevos (hay una categoría que hace la carrera con dos relevistas: del inicio a Le Pleynet y de Le Pleynet al final), hecho interesante ya que se ve obligado a abrir la traza e indicarnos el camino. Llegamos exhaustos al refugio de Périoule, donde somos conscientes que la sopa de pasta (presente por fortuna en todos los avituallamientos) y un buen vaso de café soluble tienen que resucitarnos.

Nos ponemos rápidamente en marcha y comprobamos con cierto alivio que después de Périoule el camino pasa a ser más evidente y podemos volver a correr, siempre con mucha cautela por la gran cantidad de piedras, hasta la base de la nueva subida que nos toca afrontar: Super Collet (900D+). En esta subida se produce el milagro deseado y nos encontramos muy bien, por lo que imponemos un ritmo de ascensión rápido. Resulta curioso que tras 22 horas de carrera todavía podamos exprimirnos tanto. Avanzamos a un buen número de corredores justos de fuerzas (entre ellos Tomàs, que atraviesa un mal momento que superará en poco tiempo: acabará el doceavo) y nos presentamos en Super Collet pletóricos. Estas resurrecciones son la magia de los ultras: son carreras en que te pasa de todo, pero son tan largas que, al mismo tiempo, todo se te pasa. Hace falta haber vivido anteriormente momentos verdaderamente desesperantes y haberlos superado para darse cuenta de ello, pero el secreto de los ultras está en perseverar, en imponerse pequeñas metas y no extrapolar el estado actual a lo que falta de carrera (“si ahora voy tan mal, imagínate de aquí 50 kms!”): todo es superable!

 

-"Estamos en un punto en que nos tenemos que recordar mutuamente que debemos comer y beber bien para no desfallecer, ya que el cuerpo se encuentra verdaderamente al límite."-

El tramo siguiente empieza también con una bajada muy húmeda por entre torrenteras y laderas llenas de helechos para encarar otro km vertical de subida (inconstante y de sendero poco definido) hasta el Col Arpingon o Col de la Frèche. Vuelve la luz del día y ello nos da moral para aguantar. Estamos en un punto en que nos tenemos que recordar mutuamente que debemos comer y beber bien para no desfallecer, ya que el cuerpo se encuentra verdaderamente al límite. El recorrido hasta el puerto se convierte en un rompepiernas a gran altura que parece no acabarse nunca, pero a base de engañar al cuerpo y de perseverar, todo acaba llegando.

Alcanzamos Val Pelouse después de un descenso bastante cómodo y aquí la carrera cambia sensiblemente: todavía tendremos que subir bastante (unos 1000 D+), pero el camino tira mayormente hacia abajo y el terreno deja de ser tan técnico. Aparecen imprevistos muy molestos como las ampollas y las rozaduras, pero a 28 kilómetros de meta empezamos a tener la certeza de que vamos a llegar.

Los kilómetros finales alternan sendero corrible con pista e incluso asfalto, por lo que llegar se convierte en cuestión de tiempo. Avanzamos a un par de corredores que hemos tenido siempre muy cerca desde hace muchísimos kilómetros y nos disponemos a vivir esa sensación de pura vida absolutamente incomparable a nada en el mundo: llegar tras un esfuerzo tremendo. Al final somos el 7º y 8º, un resultado increíble en un ultra tan extremo como l’Échappée Belle. Mientras corría pensaba que, para evitarme problemas futuros, no recomendaría a nadie venir a correr esta carrera tan animal, pero conociendo perfectamente la mente de los corredores de montaña sé que cuando escriba sobre su dureza extrema y de la brutalidad de su recorrido estaré sembrando una semilla desafiante que no parará de crecer…

La organización ha sido impecable (avituallamientos, marcaje, voluntarios, servicios, etc) y la gente extrañamente cercana. Suponemos que flotaba en el ambiente una sensación de “pocos escogidos”, de ser unos pocos corredores  que, en lugar de engrosar el número de participantes en carreras de Chamonix en estas mismas fechas, preferíamos exprimirnos en unas montañas mucho menos conocidas, pero en una carrera mucho más dura.

Fecha de publicación: 27/10/2014

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